«La mujer que soñó volar»
Cada cuadro de Sanz Tineo despierta en nosotros una palabra, un sonido, un grupo de metáforas, cruce entre poesía y pintura que urge sentir más allá de lo sensorial, del acto complejo del pensamiento en el que intervienen cualidades de sensaciones tan complejas que no se limitan a ser sólo de naturaleza material. No se trata nunca de atribuir a un sentido lo que pertenece a otro, porque eso significaría reducir a algo físico lo que es, en cambio, una emoción.
Pintura-pintor-cuadro / poesía-poeta-poema / luz-color-dibujo. Ana María tiene todo eso en la cabeza o a su alrededor, está ya en el lienzo antes de que comience su trabajo en calidad de imágenes, actuales, pasadas o imaginadas.
El cruce entre pintura y poesía en la representación femenina de esta exposición constituye el primer movimiento de la obra pictórica, con el dibujo, la mancha, el color, las palabras y los sonidos, una imagen, ya sea del mundo exterior o del mundo interior de Ana María Sanz Tineo, está cargado siempre de un significado implícito o explícito, semántico o simbólico, donde su manera de percibir el mundo en imágenes, encuadres, equilibrio, composición, siempre en homenaje a la fotografía, tan familiar para ella como la lluvia o la tierra por ascendencia paterna, se produce a través de un gran angular, un objetivo luminoso por el que ve la grandeza de un universo femenino, o de un cristal de aumento por el que penetra en lo más profundo de esa naturaleza a través de lo cotidiano, lo simple de un acto, un trabajo, una mirada, sonrisa o grito. Porque para ella la vida de mujer es grito, siempre. Cuando da vida, grita; cuando ama, grita; cuando sufre, grita. En su silencio, grita más fuerte.
Ana María no pinta, pues, para reproducir en el lienzo una figura que responda como modelo, pinta sobre emociones que están ya ahí, para producir un lienzo cuyo funcionamiento va a invertir las relaciones del modelo y de la copia.
¿Qué ve Sanz Tineo en ese trozo de tela blanca? La respuesta la da ella misma, simple y sencilla: la felicidad, ese instante de atención perfecta y que tan sólo el arte puede dispensar a quienes hacen de él la búsqueda de la poesía y la belleza.
Teo L. Basterra (escritor)
Retratos de un sentir
Mujeres a mano alzada
Ayer conocí a Ana María Sanz Tineo, hallé en sus ojos la mirada de sus cuadros, que a su vez me contemplaban en lo eterno, no sé quién miraba más, quién atravesaba más los bordes, los colores, la esencias, pero colgaba de ellos un fino hilo de compasión que terminaba en su manos, arrodillado al pincel.
Mujeres olvidadas de quehaceres en cada rincón del mundo entraban en la sala por la puerta una a una y se enmarcaban dentro de un cuadro y un corazón.
Mujeres a mano alzada que entraban con flores en la mano, cubiertas de hojas, sumergidas en el agua, hilando el tiempo, portando cada ilusión.
De alma alzada mujeres rescatadas del olvido mirando, sonriendo, saludando, salvándonos la humanidad.
Conocer a Ana es conversar con las mujeres de sus cuadros, es revivirlas, reírlas, expresarlas, recobrarles las fuerzas, viajarlas, eternizarlas, reencontrarles la esperanza.
Y cuando la exposición cierre sus puertas al visitante, las mujeres irán saliendo una a una hacia el horizonte, reconfortadas, con paso firme y se irán yendo y se irán quedando en las fuentes y ríos, en las calles y parques, en las luces y sombras, y seremos más de ellas y serán más de nosotros, un matiz más del viento en el recuerdo.
Poema de María Luisa Arenzana Magaña